Samir Tieb aprovecha la portavocía de Badr para iniciar una campaña política de intoxicación y falsedades.

Samir Tieb peca de una obcecación tan ridícula contra la Delegación del Gobierno como lo es su atrevimiento al erigirse en portavoz general de todo tipo de asociaciones civiles e incluso sindicatos policiales.

Su empeño por negar cualquier tipo de avance, tras las obras de mejora de la frontera de Beni-Enzar, es tan recurrente que, por insistente, no resulta más creíble. Al contrario, su obsesión le lleva a mentir sin pudor alguno, con el único fin de liderar una pretendida campaña de ofensas y descrédito contra nuestro compañero y delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani.

Por mas que le pese al Sr. Tieb, la frontera principal entre Melilla y Marruecos ha experimentado “un antes y un después” tras las obras de reforma en la que el Gobierno de Mariano Rajoy ha invertido más de un millón de euros.

La nueva reordenación fronteriza permite un paso más ágil y seguro, como se ha podido constatar con el tránsito diferenciado de peatones porteadores y en régimen de viajeros, y como igualmente ha quedado constatado con la apertura de un mayor número de carriles que, asimismo, permiten un paso más ágil y diferenciado de los vehículos, según circulen en régimen de viajeros o al servicio del comercio con el vecino país.

Resulta por tanto inexplicable el empecinamiento con que el Sr. Tieb niega la evidencia pero también, y sobre todo, que se permita hablar con tan absoluto desprecio a la verdad y en tono tan ofensivo abusando de su portavocía de una asociación religiosa.

Flaco favor hace el Sr. Tieb a la asociación islámica Badr con sus ofensas sin fundamento a los responsables políticos de esta Ciudad.

Críticas tan desaforadas como las del Sr. Tieb sólo pueden explicarse desde un interés muy distinto al que, en cualquier caso, pudiese competer a una asociación religiosa.

Su actuación involucra a la entidad que dice representar en una campaña política de intoxicación y falsedades que el PP sólo puede calificar de ridícula y dañina como para los intereses generales de nuestra ciudad, y que demuestra una vez más su incompetencia en la labor de representante de la citada asociación religiosa.