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Avanzar hacia su eliminación, desde el compromiso y la responsabilidad.
Cuando a finales de los años 70 aparecieron los primeros casos de SIDA, nadie pensaba que estábamos a las puertas de la mayor y más mortal pandemia del siglo XX, y mucho menos que, a pesar de las disparatadas hipótesis de su origen, nadie estaba libre del riesgo de su contagio.
Debieron pasar años de enfermedad y avances en su conocimiento, y ser causa de 25 millones de muertes (también hay que decirlo), para que el mundo comprendiera que no era una enfermedad exclusiva de un continente, de una raza o de un colectivo. Y se comprendió que aplicadas las medidas preventivas en las fuentes de riesgo del ámbito sanitario, (sangre y derivados), sólo desde la aplicación disciplinada en las medidas de prevención de tipo individual, (hábitos sexuales y drogadicción), se podría contener su propagación.
Afortunadamente, la concienciación de los colectivos, ciudadanía en general y de la propia administración sanitaria, han logrado no solo contener el aumento de nuevos casos, sino también tornar en esperanza el pronóstico infausto de antaño en los enfermos, gracias a los avances sanitarios.
Hoy, precisamente por esa falsa sensación de seguridad que dan los avances citados (diagnósticos precoces, tratamientos avanzados,..), se corre más el riesgo, de nuevo, de que los comportamientos de riesgo personal sean una potencial puerta de repunte de la infección. Por eso hay que alertar a no bajar la guardia en el uso de las medidas preventivas, adaptadas a la realidad social, y en el Día Mundial del Sida, todos asumir responsablemente el logro de las metas de la O.M.S.: el uso de métodos innovadores para los análisis del VIH; la personalización de los tratamientos para atender las diversas necesidades individuales; y el ofrecimiento de una amplia selección de opciones de prevención.
Y ello mediante la aplicación actualizada de las medidas preventivas, en las que el Ministerio de Sanidad debe continuar siendo su primer adalid, en estrecha colaboración con los servicios asistenciales y de salud pública de las comunidades.
Con ello, estaremos dando pasos decididos hacia el último objetivo: poner fin a la epidemia en 2030.
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