Discurso del Presidente de la Ciudad Autónoma en el día del 38 Aniversario de la Constitución Española.

Este día vuelve a reunir aquí, como desde hace 38 años, a una amplia representación social y política de la ciudad, a los que agradezco su presencia.

Fue en el año 78 cuando después de un aplastante apoyo popular y mediante referéndum, los españoles nos la otorgamos como patrón y guía de una nueva España, de una mejor España, que echó a andar refrendada por una persona providencial, Su Majestad Don Juan Carlos I. Es momento también hoy de trasladarle nuestra lealtad y tal y como hiciera nuestra Asamblea a un digno sucesor de aquel, nuestro Rey Don Felipe VI.

Fueron momentos muy difíciles en nuestra historia. Época marcada por el riesgo, la incertidumbre, el terrorismo, lo desconocido, pero también por lo ilusionante, lo esperanzador, lo compartido, lo responsable, lo generoso. Y entre todos conseguimos hacerlo y en paz, algo que ahora puede parecer normal e innecesario de destacar, pero en aquellos tiempos se tenían ciertas dudas de poder dar un salto al Estado de Derecho sin violentar aquella paz.

Y lo alcanzamos, y lo celebramos hoy, decía 38 años después del nacimiento de nuestra Constitución. La de todos, la que enterró las dos Españas, la que nos ha dado la mejor época de nuestra España moderna, la de los derechos de los españoles, la de la solidaridad en la cohesión nacional, la del progreso como nunca, la de la Democracia, la de la unidad de España, la que, y por primera vez, menciona expresamente a Melilla hasta en tres ocasiones. La de la inconclusa Disposición Transitoria Quinta, la de la diversidad en la unidad consentida y compartida. La de la primacía de la sociedad civil por encima de ideologías excluyentes o de credos desintegradores y coercitivos. La de la Igualdad de todos los españoles, la de la Justicia, la de la Libertad, la del consenso generoso alumbrador, la que nos ha hecho grandes en el mundo. En suma, la que nos hace sentirnos orgullosos del ser español. La de la Paz.

Esta Constitución debemos cuidarla, respetarla, esta Constitución nos ha hechos grandes. Esta Constitución no puede ni debe estar sujeta al insensato capricho de alguna moda y como tal, pasajera política. Al más insensato proyecto de los iluminados separatistas que desde Cataluña quieren romperla, demostrando en su forma de discurso que no tienen otro que satisfaga las necesidades de los ciudadanos, supliéndolo siempre por un irredento victimismo nacionalista, totalmente espurio y falso, contra el que los españoles deberemos estar firmes como este monolito homenaje a la Constitución.

Atentos también a aquellos que desde un planteamiento absurdo que persiguen intereses totalitarios quieren acabar con ella, argumentando algunos que es que no la votaron y sin embargo aprovechándose de ella para poder estar y decir.

La Constitución nunca puede ser ave de paso, sino que llegó para quedarse. A potencias democráticas mundiales como Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania ni se les plantea tener que cambiarla por ser longevas. Al revés, ahí está su grandeza.

Atacar a la Constitución únicamente con el deseo de servir a los intereses inconfensables de unos pocos es, simplemente, un disparate; es desmantelar el edificio en el que todos hemos aprendido a convivir y a ayudarnos, a ser solidarios y a luchar por mejorar y progresar.

Hay voces que invitan a modificarla. Cualquier modificación posible pasará siempre por el respeto absoluto a los valores fundamentales que la conforman. A no abrir el debate sin medir las consecuencias. A la existencia de un muy mayoritario consenso. A no perder un ápice de nuestra soberanía popular, a que la unidad de España salga más reforzada aún y a la imposible renuncia de la solidaridad.

Tenemos una enorme responsabilidad con aquellos que nos precedieron y no tuvieron la oportunidad de conocerla y tenemos otra, más grande aún, con aquellos que nos continúan.

Y en esa misión creo que Melilla está desempeñando un papel adecuado y elogiable. Desde esta ciudad española en África estamos contribuyendo a cimentar unas bases de convivencia y respeto; estamos enseñando a Europa que el modelo social y religioso plural es posible y necesario; estamos diciendo a quien quiera oírnos que frente a las propuestas peligrosas de los extremismos hay otra forma de afrontar los retos, con sensatez, sabiendo que cada individuo puede aportar su talento y esfuerzo a un bien común, y que esta sociedad es muy madura y no precisa salvadores ni charlatanes. 

Por eso ayer en Sevilla me sentí muy orgulloso de representar a Melilla, recogiendo el galardón que la Delegación del Gobierno de España en Andalucía nos había concedido. Y textualmente “En reconocimiento a su entrega y defensa de los valores de convivencia democrática, cooperación y unidad de la Patria recogidos en nuestra Carta Magna. Por ensalzar nuestros principios constitucionales y la Nación Española desde el otro lado del Estrecho y por ser ejemplo de solidaridad e integración social, cultural y religiosa”.

Hoy nuestra Constitución está aquí en Melilla más vigente que nunca. Con nuestros problemas, con nuestros errores, con nuestros aciertos, con nuestras legítimas diferencias políticas, con nuestras distintas culturas. Hay algo superior que nos une, que nos cohesiona, que nos hace fuertes, que nos señala un ilusionante futuro, nuestra Constitución que nos hace a los melillenses libres e iguales y nuestra pertenencia a una gran Nación, España a la que envuelve la Constitución y que nos cobija a todos. Hoy, 38 años después, debemos sentir aún más el orgullo de ser melillenses y españoles.  ¡Viva la Constitución!.